Trastornos del sueño
La repercusión del sueño sobre nuestro bienestar físico y mental es el eje central de la salud. Múltiples estudios han determinado y establecido correlación entre enfermedades como son la depresión, la obesidad o incluso la ansiedad entre la privación del sueño y la aparición de los síntomas de dichas patologías. Las funciones cerebrales y del cuerpo, sin exclusión, se encuentran influida por la vigilia y el sueño (Velluti, 1987).
El ser humano desde el comienzo de la industrialización se ha visto inmerso en un proceso de desnaturalización. La vida moderna ha relegado la importancia del sueño y el tiempo a dormir ha disminuido a lo largo de los años producido por el estilo de vida y los malos hábitos.
El cerebro a lo largo de los años ha tenido que ajustar sus respuestas adaptativas a las situaciones a las que se han confrontado las personas. El cerebro sabe exactamente que mensajes transmitir ante una señal de peligro en la que el cuerpo se activa para confrontar o huir. Sin embargo, a una exposición continua de estímulos estresantes como puede ser correos de tu jefe un sábado por la noche, el cerebro ajusta su respuesta adaptativa a través de una activación excesiva de los niveles de cortisol. Lo que ello conlleva perjuicios a nivel fisiológico afectando entre otros factores, a la calidad del sueño. El exceso de cortil generado por respuestas al estrés y a sobreexposición de situaciones estresantes mantiene el cuerpo en un estado de hipervigilia constante.
El ser humano se ha adaptado a esquemas de vida en las que el cerebro no se encuentra preparado para responder de forma adaptativa. Lo que ello ha conllevado a los seres humanos a la adaptación del estilo de vida y a la gestión de estos inputs de vida a los nuevos requerimientos exigidos; jornadas de trabajos excesivas, horarios de trabajo turno, necesidad de mantener sistemas de alerta constante, a costa de la salud mental. Un claro ejemplo es el abuso de café que requieren los profesionales de noche o incluso profesionales de jornada diurna para ser capaces de mantener el ritmo requerido. Las dificultades crónicas de sueño están claramente asociadas con el incremento en el riesgo de sufrir trastornos como la depresión y la ansiedad (Tafoya et al., 2013). Los problemas de salud mental son alrededor del 20% de los adultos de todo el mundo según NIH National Institute of Mental Health.1
El documental nos muestra a través de diversos estudios y experimentos como son los de; Moscas insomnes, la obesidad y el sueño, el caso de Michael Mykeleti y el experimento de Remy Hurdiel de la vigilia en las regatas. Los efectos colaterales tanto a corto plazo como a largo plazo de la falta del sueño. El avance de las tecnologías ha aportado mejoras inimaginables para el desarrollo del ser humano. Sin embargo, la tecnología ha comenzado a ser el principal enemigo del sueño. Al hablar de tecnología hablamos de la irrupción de pantallas y la luz azul en nuestras vidas. ¿Por qué decimos que el ser humano está “desnaturalizado”? Los primeros signos de vida en la Tierra los seres vivos y en este caso en concreto los humanos desarrollaban su ritmo de vida guiado por los cambios lumínicos del sol y estacionales. Esto ha posibilitado la supervivencia de la especie a través de un sano mantenimiento de las funciones fisiológicas con el entorno que vivían. Hoy en día la sobre exposición a pantallas azules ha influido en la calidad del sueño y generar disfunciones circadianas en la población. El tener un acceso a mayor carga de luz durante la noche acarea a una desorganización en el sistema circadiano llamada cronointerrpución. Así como la cronointerrupción afecta directamente en la calidad del sueño, la fototoxicidad es la responsable del deterioro celular a largo plazo en la retina. Esto genera efectos determinantes en el ritmo fisiológico y bioquímico del organismo (Millán, 2017).
La melatonina es parte elemental del sueño. Como pudimos conocer a través el documental la melatonina es una hormona del sueño que posibilita o asegura un buen descanso. Esta hormona se produce en cuanto disminuye la cantidad de luz recibida y comienza a preparar al cuerpo para el descanso. La falta de oscuridad convierte el sueño es una tarea imposible de resolver.
El sueño y el cerebro tienen una relación estrecha, por ello el cómo vivimos o nuestros hábitos afectan a la puesta en marcha de los procesos cerebrales para la inducción al sueño. Las estructuras de la corteza del cíngulo, la amígdala o el hipocampo son zonas cerebrales que aumentan la actividad durante el sueño profundo. Mientras que la corteza posterior o la corteza prefrontal dorsolateral son las zonas cerebrales que disminuyen la actividad. Tanto en el sistema de alerta como en las distintas fases de sueño se encuentran involucrados neurotransmisores como es la acetilcolina, serotonina, norepinefrina o orexina. Es por ello por lo que el estilo de vida o los agentes externos tienen influyen directamente en su correcto o incorrecto funcionamiento. El café, el alcohol, el estrés, el tabaco o la alimentación pueden influir en el incremento de las concentraciones cerebrales de dopamina, noradrenalina y serotonina (Carrillo-Mora y Magaña-Vázquez, 2013).
El estudio del sueño cada día genera más interés entre la comunidad científica. Ya que conocer acerca de la influencia y repercusiones del sueño significa profundizar el “pico del iceberg” de muchas patologías que se han producido como consecuencia y no al revés. La medicina tradicional tiende a centrarse en el problema sin realizar una visión holística de la patología. Es fundamental analizar la enfermedad desde una visión integral que mediante los avances modernos nos permita entender su desarrollo. A lo largo del documental múltiples científicos han determinado que un déficit de sueño pueda ser una causa de la obesidad y por ello tratar el sueño sea una vía de acción efectiva. Los estudios han determinado que existe un 50% mayor de probabilidad de desarrollar cáncer de mama en aquellas mujeres que trabajan de noche. Otros estudios han hallado que pacientes afectados por neoplasias de mama y pulmón eran los que más sufrían de la calidad del sueño (Furlani y Ceolim, 2006). Los estudios han podido correlacionar; sueño-enfermedad.