La inteligencia a lo largo del ciclo vital
Introducción
En el presente estudio, a través de un análisis bibliográfico, se realiza una revisión de la influencia de la inteligencia a través de los procesos cognitivos, en el desarrollo del ciclo vital del ser humano. La biología y el entorno, ejercen una alta repercusión sobre las capacidades intelectuales, y su progreso futuro. Desde el nacimiento hasta la vejez. Las etapas de la vida están marcadas por la busca de los equilibrios y de los desequilibrios mentales, que se compensan mediante la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada.
La evolución es parte del crecimiento del ser humano, sin embargo no existe determinación biológica para la maduración cognitiva generalizada. La ampliación del concepto de la inteligencia, da comienzo a una nueva realidad en la comprensión de las habilidades, consideradas como intelectuales, y su desarrollo en las etapas de la vida.
La determinación de la biología sobre la inteligencia
La inteligencia del ser humano, ha sido la principal diferencia en la separación de los humanos y animales. Las capacidades de raciocinio, cuestionamiento y pensamiento son atribuidas al cerebro humano.
El concepto de la inteligencia, o su propio significado, ha evolucionado al igual que nuestra especie.
A lo largo de los últimos siglos, la inteligencia ha sido una cuestión por la cual múltiples filósofos y científicos han debatido. Cuestionando y evaluando el impacto de las capacidades individuales en el desarrollo de la inteligencia.
Se podría decir, que Charles Darwin (1809-1882), género una disrupción social, planteando la idea de la evolución y a su vez, la esencia de la inconstante permanencia biológica de los seres vivos. Rememorando a Heráclito de Éfeso (540 a.C. – 480 a.C) en su cita: “todo fluye, nada permanece”, nos transportamos al significado actual de la inteligencia. Un término flexible, cambiante, inconstante y en continua evolución. La pregunta actual es, ¿el entorno define la inteligencia?, ¿es posible potenciar o disminuir una capacidad intelectual influida por un entorno no adaptativo a dicha habilidad?
Desde finales del siglo XVIII, William Thierry Preyer (1841 -1897), proponía la idea de cómo la influencia biológica, se veía repercutida en el comportamiento del individuo a lo largo de las siguientes etapas de desarrollo. Sin embargo, no es hasta que Stanley Hall (1844-1924), cuando se comienza a diferenciar en las distintas etapas evolutivas del ser humano. Planteando las diferencias existentes entre la adolescencia y la niñez. Pudiendo concebir dichas etapas como fases independientes, en el desarrollo.
La inteligencia, era concebida como una capacidad hereditaria y fija, determinada por un suceso aleatorio genético. Sin embargo, Alfred Binet (1857-1911); infirió en el significado presente, en su momento, de la inteligencia.
“Diferencia la inteligencia como un elemento estático y producto de la herencia genética, considerando que la inteligencia está en relación directa con la idea de adaptación y, por lo tanto, que la inteligencia es pensamiento en acción y puede mejorar con el entrenamiento” (Ruse, M, 2009; citado por Martínez-Sala, 1991).
Binet, expuso la idea de explorar la inteligencia como una herramienta con capacidad de desarrollo, a través de la potenciación de su expresión. Haciendo una correcta identificación de las necesidades concretas de cada individuo. En toda dificultad, existe siempre una habilidad. La capacidad de identificar esa habilidad, es determinante en el desarrollo futuro del individuo.
En la identificación de las capacidades individuales, es donde toman protagonismo las teorías de inteligencia múltiples más reciente en el desarrollo evolutivo, contemplando la amplia magnitud de habilidades como habilidades intelectuales. Considerando ciertas capacidades como demostraciones de destrezas intelectuales. El comienzo de nuestro estudio, parte de las ideas de Piaget, “quien definió el desarrollo cognitivo como un proceso continuo en el cual la construcción de los esquemas mentales son elaborados a partir de los esquemas de la niñez” (Saldarriaga-Zambrano et al., 2016).
Las primeras etapas de desarrollo, determinan en gran parte la consolidación de los avances de las siguientes fases de crecimiento. El aprendizaje, es parte del progreso evolutivo cognitivo de los individuos. A través del aprendizaje, se consolidan partes fundamentales del desarrollo de la inteligencia. Es decir, el avance de las distintas variaciones que va viviendo el individuo en su ciclo vital, se conforma a través de la experiencia y de sus errores. La curiosidad mental surgida en un niño por descubrir los olores, las formas y el funcionamiento de nuestro mundo, aparece dando respuesta a la necesidad de fortalecer los reflejos innatos. El aprendizaje a través de las experiencias, sienta las bases para la siguiente fase. A través de las palabras de Piaget, podemos comprender el éxito de la inteligencia en el ser humano: “El desarrollo de las capacidades intelectuales como una secuencia de momentos de desequilibrio y equilibrios, donde el desequilibrio es provocado por las perturbaciones exteriores y la actividad del sujeto permitiendo compensarlas para lograr nuevamente el equilibrio” (Piaget 1969).
Somos desequilibrio en busca de equilibrio, que se ve compensado por la capacidad de utilización de nuestros recursos intelectuales. La mayor expresión de inteligencia observada en los niños hasta los adultos, es la capacidad resolutiva de problemas mediante la creatividad y un pensamiento divergente. Las herramientas utilizadas, únicamente son el medio, el fin es el resultado.
Evolución e inteligencia
A lo largo de las etapas del ciclo vital el ser humano comienza a evolucionar y a vivir grandes transformaciones desde el interior del niño hasta la composición del adulto y su posterior consolidación en la vejez. Cada etapa, se encuentra rodeada de retos cognitivos que el individuo debe superar con el objetivo de sumar habilidades y capacidades, a través de la experiencia y de la influencia del entorno. La epigenética, nos demuestra como el ambiente influye en la expresión genética. El ambiente abarca desde la educación, la alimentación, las experiencias sociales, entre otros. “Los factores ambientales tienen un impacto significativo en la capacidad cognitiva general” (Kaminski, J. A., Schlagenhauf, F., Rapp, M et alt., 2018).
La inteligencia, es un proceso cognitivo más, que se ve afectado por los efectos del entorno, que ejercen cambios relevantes en los sistemas neurobiológicos, que afecta a la metilación de los genes, influyendo en marcadores genéticos que contribuyen al coeficiente intelectual.
Las distintas etapas de desarrollo dentro del ciclo vital definen la forma en la que el individuo se enfrenta a la resolución de los problemas de su entorno y su adaptación a la realidad, mediante las capacidades intelectuales disponibles, dado el momento biológico e intelectual.
Desarrollo prenatal y primeros dos años
Los primeros meses de vida hasta los dos años, el individuo recorre la fase sensoria motora, donde experimenta y aprende del entorno a través de los sentidos. La inteligencia se caracteriza por la habilidad de movimiento y percepciones que se va sumando de forma paulatina a conductas más complejas. A lo largo de los primeros veinticuatro meses de vida se conforman estructuras cognitivas fundamentales, existen seis etapas diferenciadas que a continuación analizaremos de cara los aspectos más relevantes en el desarrollo.
La inteligencia sensoriomotora es una de las primeras manifestaciones cognitivas del ser humano, que se expresa a través de las funciones del sistema nervioso central. En las acciones intelectuales en esta fase se involucra las acciones de percepción y movimiento. El objetivo del desarrollo cognitivo es asimilar el mundo, adaptando los esquemas sensoriomotores a la realidad externa. Se centra en la capacidad que tiene el individuo en conocer el mundo a través de las sensaciones y movimientos, con curiosidad, que le evocan a un continuo aprendizaje de ensayo y errores.
En el primer año de vida, se definen las estructuras de noción de objeto, de tiempo, de causalidad. Son aquellas nociones que constituyen posteriormente el pensamiento y que se elaboran desde los conocimientos adquiridos en la fase sensoriomotora (Piaget, J. 1970).
El individuo en esta etapa tiene una disposición innata de cara a ciertos esquemas sensoriomotores como son: el mirar, escuchar, coger, golpear, empujar, dar patadas etc. El desarrollo de la inteligencia sensoriomotora aporta el conocimiento necesario para sumar nuevas unidades de inteligencia, cuando ya ha alcanzado un cierto desarrollo cognitivo, ya no solo empuja un objeto sino que lo empuja para quitarlo de su camino. El progreso de la evolución de las capacidades cognitivas se ve estimulado por las motivaciones extrínsecas, sin embargo en los primeros años de vida las motivaciones son intrínsecas. Las primeras necesidades apelan a respuestas fisiológicas. Las acciones del individuo se encuentran orientadas a satisfacer las respuestas de supervivencia.
La activación de los sentidos, es un elemento fundamental en esta primera fase, ya que es a través de ellos el individuo comienza a descubrir los estímulos de su entorno y activar los reflejos innatos. Los reflejos se van incorporando de forma progresiva que conduce al individuo hacia los primeros hábitos, orientados a la supervivencia. Al llegar al primer año de vida, se tiende a dar en los individuos la capacidad de comprensión de la permanencia del objetivo, tomando conciencia de que los objetos y personas no desaparecen tras salir del marco de visión, sino que siguen existiendo pero en otro lugar. (Flavell, 1993)
La evolución del individuo va aumentando progresivamente con la asimilación y comprensión de la realidad basado en los esquemas individuales. Se comienza a producir un aumento en la rapidez de adquisición de nuevas habilidades cognitivas. A partir de los dieciocho meses, el individuo es capaz de representar objetos que conoce por medio de símbolos y distinguir mentalmente entre el símbolo y el objeto real que pretende representar. Piaget denomina esta acción cognitiva como la capacidad Semiótica. La función semiótica en esta fase de desarrollo otorga al individuo la capacidad de construir significados que le permitan comunicarse con otros, a muy temprana edad, aunque no use aún el lenguaje. Es así como lograr comunicarse y hacerse entender. (Berchialla, 2016) Se inicia la capacidad de separar mentalmente entre el “yo” y los “objetos”. La representación se hace a través de una acción deliberada y consciente de la conducta, señalando o estirando la mano para tomar o señalar un objeto. La independencia en procesos mentales de “pensar” o “razonar” comienzan a ser visibles en esta primera etapa, al discernir en lo que quiere.
La independencia comienza en el momento en el que el individuo dispone de una capacidad imaginativa y creativa, estimulada por el pensamiento. Como hemos indicado previamente la capacidad de crear a través del pensamiento es la mayor expresión de inteligencia del ser humano, al involucrar el pensamiento.
Los distintos estadios de la etapa inicial de la vida, de cero a dos años, se describe como una combinación de evolución de capacidades, promovidas por un origen innato que se van estimulando por el impacto del entorno en el individuo. A través de las modificaciones experimentales de ensayo y error se va descubrimiento nuevos medios y esquemas que sirven como medio para adquirir nuevas capacidades intelectuales.
Infancia temprana: entre los 2 y los 6 años
El individuo se encuentra en una etapa de evolución y crecimiento en todos sus ámbitos. Comienza la aventura del descubrimiento de la vida y las ansias por entender y comprender con una actitud activa.
Las capacidades cognitivas desarrolladas y adquiridas entre los cero y veinticuatro meses, son la base fundamental para el continuo avance de las habilidades cognitivas. La etapa de la infancia temprana es representada por el crecimiento de las destrezas simbólicas, por medio de la inteligencia semiótica. El avance de dicha habilidad está dirigida hacia la aparición de la competencia lingüística. La capacidad de comunicarse por medio del lenguaje, es la principal diferencia entre los primeros dos años de vida y la infancia temprana. Adquiriendo la capacidad de comprender los mensajes recibidos, así como realizar emisiones propias de contenidos verbales. Incluso pudiendo llegar a entender los pensamientos de otro individuo a través de las palabras y su propia expresión de sus contenidos mentales, que incluyen principalmente los sentimientos. “Estoy enfadado con Elena por que no me da la pelota”.
En este progreso intelectual definido por la capacidad lingüística, se distingue en la capacidad de informar y comunicar, por medio de la habilidad de simbolizar, almacenar o retener y reflexionar sobre los resultados de sus propias experiencias. (Flavell, 1993)
La reafirmación y autonomía del niño comienza a tomar protagonismo, en esta fase, como consecuencia para dar respuesta a los requerimientos del entorno.
“A medida que los niños maduran – a nivel físico, cognoscitivo y emocional – se sienten motivados para independizarse de los adultos a los que están apegados.
“¡Hago yo!”, dicen los pequeños cuando usan sus músculos y sus mentes en desarrollo mientras intentan hacerlo por sí mismo, no solo caminar, sino alimentarse, vestirse y explorar su mundo” (Rosales, 2019).
Entre el principio de esta etapa y su finalización, con la entrada de la infancia media, se produce un crecimiento en las capacidades comunicativas del individuo. Noam Chomsky (1928 – actualidad) afirma que el niño nace con un conocimiento innato de las reglas y formas del lenguaje. La verbalización, consolida la retención de hechos en la memoria (Nelson, 1992 citado por Rosales 2019). Dando paso al desarrollo de la memoria por medio de la codificación, almacenamiento y recuperación. La capacidad de memoria va progresando a lo largo de la infancia temprana, la atención es baja en este periodo con una media de entre quince y veinte minutos.
Mediante el lenguaje, da comienzo a los primeros contactos sociales interpersonales con otros individuos, que fomentan el desarrollo cognitivo y psicosocial. La comunicación no verbal y su interpretación es de gran relevancia, al facilitar la relación la cooperación y el pensamiento entre los distintos individuos. Su nivel de desempeño determinará las capacidades de interrelación existentes, y su futuro aprovechamiento, dando espacio a la potenciación de la inteligencia interpersonal en el individuo. La aparición de las habilidades sociales a través del habla y de la compresión de las emociones – empatía – , hará fortalecer en dicho individuo características individuales en el aspecto social.
Un aspecto destacado en la infancia temprana, es cómo se integran los procesos de aprendizajes cognitivos a través de la observación y la mimetización (Posada, 2009). La memoria se encuentra en pleno desarrollo y no dispone de la maduración necesaria para su expresión completa. Se manifiesta la memoria de forma incipiente y frágil en el segundo o tercer año de vida (Berger, 2007). La principal fuente de aprendizaje, es través de la experiencia propia y las experiencias observadas, como pueden ser las interacciones con sus padres, profesores etc.
La mayor transformación es el progresivo avance en la velocidad del pensamiento y raciocinio, que se produce a través del proceso de mielinización de las neuronas la proliferación de las conexiones nerviosas. Sus efectos son observables en la infancia temprana básicamente por el aumento de la velocidad del pensamiento y la acción.
A lo largo del periodo de la infancia temprana, aparece la inteligencia intuitiva, como consecuencia de las respuestas instintivas. “Los procesos innatos actúan automáticamente, la persona no tiene que pensar en ellos, se basa en las respuestas del sistema neuroquímico ante un estímulo y su acción sobre los órganos efectores” (Hernández, 2006). Es por ello que comienza a tomar protagonismo las respuestas cognitivas hacia el ambiente.
Las respuestas innatas que tomaban el plan principal del individuo, pasa a ser respuestas cognitivas a través de la comprensión de la información del entorno y de la toma de decisiones basándose en las reacciones y sensaciones. La inteligencia intuitiva determina la relación entre el individuo y su entorno, influyendo en el desarrollo del pensamiento hipotético deductivo. Una capacidad fundamental y primordial en el desarrollo intelectual y cognitivo del individuo, para sobrellevar circunstancias futuras a lo largo de las siguientes fases del ciclo vital. Esta habilidad intelectual marca la transición entre el pensamiento preoperatorio y la etapa de operaciones concretas.
La transición del pensamiento preoperatorio hacia las operaciones concreta, hace hincapié en el desarrollo de las destrezas numéricas que conforman el primer nivel madurativo de las operaciones concretas.
A lo largo de la infancia temprana se adquieren las destrezas numéricas mediante las habilidades de abstracción del número y principios de razonamiento numérico, se continúa mejorando en los futuros ciclos de vida (, R., y Meck, E. 1983). Dicha capacidad representa a nivel cognitivo una madurez sustancial que da comienzo a la asimilación y comprensión de la ejecución de operaciones concretas, trasladando la memoria al entendimiento de los números y la aritmética.
Infancia media: entre los 7 y 11 años
La transición a la infancia media, se encuentra marcada por la continuación de desarrollo de las operaciones concretas, ya posiblemente iniciadas en el último periodo de la infancia temprana, a través del razonamiento numérico. Existen grandes progresos en la presente etapa que estimula las capacidades intelectuales mediante la aplicación de nociones lógicas. Aparecen las operaciones intelectuales concretas, los sentimientos morales y sociales de cooperación. Se estimula la inteligencia social a través de la empatía y conciencia de grupo.
La capacidad de relación y organización entre distintos elementos establece las bases de las operaciones, primero concretas y posteriormente formales. El pensamiento del niño acerca de la realidad se va conformando pudiendo diferenciar lo físico de los psíquico, lo objetivo de lo subjetivo y el punto de vista propio del puesto de vista de otros (Delval, J. 1985).
Rompe con las barreras de la visión egocéntrica de la infancia temprana para pasar a una madurez mental, considerada en la categoría de operaciones concretas, que permite organizar y entender el mundo, en consecuencia tener mayores capacidades para la resolución de problemas. La inferencia transitiva, presente en esta etapa, permite la capacidad de orientar el pensamiento o la acción a concluir con una solución. Entre otras capacidades intelectuales descritas se encuentra la capacidad de categorización, fundamental en la estructuración del pensamiento lógico. La seriación, como la capacidad de disponer objetos en serie de acuerdo a sus características. La inclusión de clase, siendo capaz de relacionar entre el todo y sus partes.
Las operaciones concretas permiten al individuo tener una mayor independencia en la interrelación con su entorno a la hora de actuar, aunque aún se presentan problemas en los sistemas más abstractos.
El ambiente, es determinante en el desarrollo correcto de las capacidades intelectuales del individuo en todas las fases del ciclo vital, sin embargo, es de delicada importancia en la infancia media, ya que tiene influencias sobre el desarrollo neurológico, pudiendo contribuir a un mayor o menor pensamiento rígido y flexible, dependiendo de las experiencias adaptativas del ambiente. La comprensión depende de las experiencias en el mundo físico influido por los hábitos, las culturas y las reglas sociales. La gran transformación intelectual del individuo es comenzar a entender y ser parte del entorno como un elemento activo, tomando conciencia de la capacidad de su interacción con el entorno en la obtención de nuevos resultados.
Adolescencia
De los once años a los quince, transcurre la etapa de las operaciones formales, en la que el sujeto comienza a razonar de forma hipotética deductiva. Existen múltiples diferencias a nivel cognitivo entre los adolescentes y niños, su proceso de lenguaje y pensamiento es notablemente superior.
Piaget, define esta etapa como un momento de consolidación de la maduración cerebral y la expansión de las oportunidades ambientales (Papalia y Feldman, 1988).
Las operaciones formales se destacan por desarrollar la capacidad del pensamiento abstracto, pudiendo pensar y organizar pensamientos en distintas momentos del tiempo; presente, pasado y futuro. Las operaciones formales aborda el razonamiento hipotético-deductivo, donde el individuo tiene la capacidad de comenzar a experimentar con su realidad a través de la construcción de hipótesis. Sin embargo, el desarrollo intelectual y cognitivo, la estimulación ambiental tiene una alta determinación en la expresión de dichas capacidades. En esta etapa, el entorno tiene una alta influida sobre la evolución de las capacidades de la inteligencia cristalizada que se conforma por una serie de habilidades que provienen del conocimiento adquirido a lo largo de las experiencias de vida. El potencial intelectual con el que un individuo nace, se verá determinada el grado de desarrollo según sus experiencias educativas, y es en la adolescencia cuando se comienza a establecer las bases futuras de ciertas habilidades cognitivas relacionadas con la inteligencia. Es debido a la plasticidad neuronal del cerebro, existiendo una conexión directa entre las estructuras neuronas y el nivel de coeficiente intelectual (Burunat, 2004) Es por ello que el transcurso en esta etapa puede determinar el nivel de inteligencia futuro, en el individuo.
La inteligencia emocional, se encuentra muy presente en la adolescencia como herramienta de supervivencia implicadas en los cambios cognitivos y conductuales, como medio para ofrecer una respuesta efectiva a los requerimientos del ambiente. (Cosmides y Tobby, 2000; citado por Salguero, 2011) La Inteligencia emocional, es la capacidad de procesar y expresar las emociones, la generación de sentimientos que faciliten el pensamiento emocional y la capacidad de comprender las emociones ajenas. La maduración de porciones de los lóbulos frontales y su relación con circuitos y estructuras cerebrales como, por ejemplo, el sistema límbico, asociado a la experiencia y expresión emocional (Burunat, 2004).
Los adolescentes con una mayor habilidad para percibir emocionarse en los demás mostrarán un mejor ajuste personal y social, dicha capacidad intelectual se ve determinada por el efecto del entorno y las relaciones sociales en los círculos familiares y educacionales.
Los protagonistas de la adolescencia están compuestos por la consolidación de las operaciones formales y su repercusión en el área cognitiva, dejando a un lado el labor biológico sobre el desarrollo cognitivo. Toma mayor importancia las estimulaciones externas. La adolescencia marca una separación en el desarrollo intelectual, dejando a un lado la biología, para comenzar a dar prioridad al entorno en el proceso evolutivo futuro.
Juventud
El ciclo vital se compone de equilibrios y desequilibrios, de crecimientos y de pérdidas. Si lo enfocamos hacia el campo de la inteligencia y de las capacidades cognitivas, comprenderemos que en cada fase se aumentan las habilidades necesarias para seguir desarrollándose. Sin embargo el entorno, los hábitos y las influencias externas, afectan a la expresión intelectual.
A partir de la juventud, se genera un momento de inflexión en el desarrollo cognitivo, donde ya no es la parte biológica quien toma mayor importancia, sino las experiencias vividas. (Schaie, 1994, 1996 citado por Posada 2005).
En la juventud o la edad adulta temprana, es el momento en que el individuo consolida las habilidades cognitivas a través de un pensamiento flexible, abierto y adaptable pudiendo tener la capacidad de reflexionar y confrontar problemas desde un pensamiento abstracto. La flexibilidad, se puede contextualizar, como la capacidad cognitiva de procesar una secuencia de estímulos y alternarlos con el procesamiento de otras secuencias de manera simultánea (Cartwright, 2002 citado por Carletti, 2015).
El pensamiento abstracto permite comprender y entender con más detalle los impactos recibidos por el entorno y actuar frente a ellos, aplicando las herramientas cognitivas requeridas. Las estructuras cognitivas, se consolidan al estar más integradas, reflejándose en una actitud crítica en términos de necesidades, motivaciones, sentimientos, creencias y principios (Sánchez, 2012).
En esta etapa, también aparece el pensamiento postformal, como la base de integración entre la intuición, que abarca el área más primitiva del intelecto, hasta la lógica que involucra las altas capacidades intelectuales de raciocinio. El pensamiento postformal está implicado en la regulación, interpretación de las experiencias y la resolución de situaciones ambiguas de la realidad. El pensamiento postformal es el resultado de un proceso experimental de estructuración cognitiva, que se desarrolla a lo largo del curso de vida, y es aplicable a muchas facetas de la vida cotidiana ( Carletti, 2016).
Con la aparición del pensamiento crítico en la consolidación de la capacidad de compresión, análisis, evaluación inferencia, explicación y autorregulación. En el pensamiento crítico están involucradas las habilidades mentales que dan aparición al pensamiento superior intelectual. El razonamiento, la crítica o el cuestionamiento es una de las mayores expresiones de inteligencia en el ser humano.
Compresión, inventiva, dirección y crítica: la inteligencia está contenida en estas cuatro palabras – Alfred Binet (1857 – 1911)
Madurez y vejez
El principio de la madurez es el comiendo del envejecimiento, con la aparición de la disminución de ciertas capacidades cognitivas, afectando a la inteligencia por medio de la memoria o el procesamiento de la información. La inteligencia cristalizada se puede mantener en esta fase o incluso incrementar, influida por el estilo de vida del individuo. Fomentar la actividad cerebral a través de estímulos adecuados por parte del entorno, pueden frenar la desescalada de pérdida de capacidades intelectuales. Existe un amplio rango, en el inicio del declive de la inteligencia que puede partir desde los cuarenta años, hasta setenta y cinco, dependiendo nuevamente de la potenciación del desarrollo cognitivo, mediante los hábitos y acciones empleadas. La salud psicológica y física, es determinante en dicho desarrollo al estar involucrada en procesos biológicos y fisiológicos que pueden afectar al desarrollo cognitivo, por ejemplo en las estructuras neuronales. Es sabido que el envejecimiento supone cambios neuroanatómicos y fisiológicos que afectan al funcionamiento y procesamiento cognitivo, declinando la mayoría de las habilidades mentales y sensoriales. (Park, 2002 citado por Samite, 2016).
La vejez está acompañado por la pérdida de o deterioro cognitivo, que se ven involucrados los procesos sensoriales, perceptivos y la ejecución psicomotora (Santrock,2006). La cognición depende de la percepción y ella la estimulación sensorial. Su influencia de ralentización de dichos procesos están afectada por la producción de neurotransmisores, que permiten la velocidad del impulso nervioso. Es la inteligencia fluida, que tiene relación directa con la parte más biológica quien comienza a descender en rendimiento, mientras que la cristalizada puede mantenerse sin decrecer a través de la estimulación. La inteligencia cristalizada y la fluida siguen patrones distintos a medida que se envejece. Ya que uno tiene influencia biológica y otra influencia cultural. El mantenimiento de la inteligencia cristalizada es reforzada por las acciones, la cultura, la educación, y el trabajo; mientras que la pérdida de habilidades que forman la inteligencia biológica puede deberse, al menos en parte, a que dejan de utilizarse muy pronto en la vida. (Pérez, 2005)